Gigantes de acero y la relación humano-máquina

Cierto día en una fiesta, Mauricio Benjamín, toda una celebridad de la restauración, me contó de Gigantes de acero (Real steel). Su reseña no iba en torno a los robots y las peleas y no se dignó a mencionar cuan guapo se ve Hugh Jackman, lo que sí me contó es que había una relación muy especial entre los humanos y las máquinas.

En efecto, la película da mucho material para pensar esta relación. De entrada, hay dos posturas claramente identificables de los humanos frente a los robots: Una desde la cual le confieren(conferimos) a la tecnología cierta especie de perfección y la creen(creemos) invencible… claro que esta idea se va por la borda cuando trozos de robots vuelan por doquier. Desde otra postura, se le atribuyen cualidades humanas a la tecnología, como si la capacidad del robot para imitar movimientos lo hiciera un poco humano, como si pudiera pensar y sentir y como si las luces azules de sus ojos pudieran transmitir algún sentimiento.

Además, hay de fondo un discurso frente a la tecnología, en la pelea de Atom contra Zeuz, Atom es el débil, pero lo maneja un ex-boxeador; Zeuz es el fuerte, el gladiador, pero ha sido diseñado por el mejor programador y es manejado por un equipo de programadores. De algún modo, lo humano se impone a lo tecnológico (al más puro estilo de Rocky), a la vez que lo humano está conectado con lo tecnológico (saludos, Bruno Latour).

Al final de cuentas, la reflexión sobre la realidad no tan dual humano-máquina es bastante más densa de lo que esperaría uno en una película hollywoodense. ¿Qué importa que sea otra versión de Rocky?

¿O será que la desviación profesional hace que uno imagine cosas?

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